El remolino historia fantastica: 2013

sábado, 28 de diciembre de 2013

CAPITULO XXIV, LA VISIÓN PROGRESISTA DE REGINALDO HORTA

Reginaldo Horta fue el primero de los Horta que nació en el Remolino. Cuando aquella situación del Gavilán, Don Fermín Horta convencido por las palabras de la niña Crucita que no debería de irse de ese lugar, decidió que era un punto estratégico para su ocupación de arriero, en medio de tres grandes ciudades  como eran Guadalajara, Aguascalientes y Zacatecas. En Remolino mando construir la primer casona de adobe, la hizo pegada a la plaza, con su zaguán y su puerta enorme en donde pudieran pasar sus remudas cargadas cuando así se requiriera, un patio rodeado de muchos cuartos,  su cocina interior y su “altito exterior” una bodega y en la parte de atrás, un corral enorme dividido por cercas de piedra, en sí, la casa del hombre más rico del creciente ranchito.A doña Delfina Plasencia, su esposa,  le agradó el lugar. Mujer muy dicharachera y comunicativa. La mayor parte del tiempo estaba sola, pues don Fermín casi siempre andaba de viaje, así que ella pronto fue conocida por toda la comarca, principalmente porque le gustaba andar de casa en casa, contando los pormenores, los secretos, y las situaciones de los demás. Ella tenía un dicho “Si no hay chisme, la plática no tiene chiste”.Tenían cuatro hijas cuando se instalaron en el Remolino, e iba embarazada del quinto hijo. Las hijas si protestaron al mirarse en la situación de vivir en condiciones muy diferentes a como estaban acostumbradas en la ciudad de Aguascalientes, pero poco a poco se fueron resignando y aunque nunca dejaron de ver a sus vecinos como inferiores, tuvieron que convivir con ellos el resto de sus vidas,  y aprendieron de su madre, a ser igual de comunicativas. Curiosamente esta práctica se volvió común en el lugar, el chisme era el pan nuestro de cada día. Muchas veces hubo conflictos por esta razón.Reginaldo nació y creció muy mimado por su madre y hermanas. Desde muy temprana edad aprendió a leer y escribir bajo la tutela de la familia. Era caprichoso y todos sus deseos eran ordenes inmediatas, so pena que el chamaco hiciera berrinche y no parara de llorar, incluso después de darle lo que él quisiera.Fue a la edad de diez años cuando una vez, acababa de llegar don Fermín de un largo viaje. Sus arrieros descargaban las mercancías que habían traído de Guadalajara. El cansancio en el patrón era notorio, sin embargo supervisaba la última actividad para luego encerrar a los animales e irse a descansar. Su familia se acercó emocionada al mirar que entre la mucha mercancía que bajaban, venían unos bultos de donde sobresalían las puntas de los rebozos.__ ¿Eso que traes ahí son rebozos?__ Pregunto Dania Delfina emocionada.__ Sí, es un encargo de un señor de Jalpa. Mañana se los mando.__ Yo quiero uno.__ No se puede mujer, los traigo contados.__ Mmmmm…Nunca me traes nada para mí.__ Nosotras también queremos un rebozo papá __ Dijo una de sus hijas__!Ya les dije que no!__ Yo también quiero un rebozo, y si no me lo das voy a llorar.__ ¿Y tu pa que chinguetes quieres rebozo Reginaldo? eso es para las viejas.__ Para ir a misa.__ Si, dáselo, para que no llore.Don Fermín observo a su hijo. Tenía colorete en las mejillas. Traía puesto algunos collares de sus hermanas. Brincaba por su rabieta y se movía igual que una muchachita y sin más empezó a llorar escandalosamente. Ante aquella situación, el arriero sintió un extraño miedo e hizo algo que jamás se hubiera imaginado que se iba a atrever a hacer. En un movimiento rápido se quitó su enorme cinto y antes que las mujeres lo pudieran impedir, tomo a su hijo de un brazo y con la mano armada con su cinturón, descargo en las nalgas de su hijo, tres golpazos  que lo dejaron ahora sí, llorando y revolcándose de dolor.  __! Pero Fermín! ¿Qué haces? ¡No seas ingrato! ¡Es el niño!__ ¡Que niño ni que la chingada! ¡Desde mañana me lo levantas temprano, se va conmigo para donde quiera que yo vaya!La amenaza se cumplió. Aunque las protestas de la madre y las hermanas fueron muchas, Don Fermín impuso su autoridad y desde otro día, el niño se miró atrás de las remudas, arriando hacia los lugares donde hacia negocios su padre. Las rabietas al principio fueron muchas, pero estas se fueron terminando porque a cada nuevo capricho, por pequeño que este fuera, su progenitor se quitaba el cinto y le propinaba los tres ya conocidos retazos.En su interior don Fermín sentía un miedo terrible. No podía ni siquiera imaginar que su hijo le saliera hija. Por eso le exigía igual que a sus peones, que trabajara duro, que se hiciera hombre, sin embargo la prueba máxima de esa deseada hombría, tuvo que esperar hasta que le llego la adolescencia. Con gusto el padre miro que su hijo se iba transformando de niño a muchacho. Creció muy rápido y le cambio la voz. Lo enseñó  a mandar lo mismo que a negociar y un día lo llevo a probar que tan hombre era ya. En una fonda de Calvillo, uno de sus echaderos, como él decía, le pago una mujer la cantidad de cinco reales porque sedujera a su hijo y le ensenara los secretos de  la intimidad, con la condición que le tenía que contar con detalle si había funcionado perfectamente. Que felicidad para el padre cuando la mujer le dijo.__ Ay don Fermín, me tiene que dar otros cinco reales. Su muchacho no tiene llenadera__ Y don Fermín, con gusto se los pago.A Reginaldo aquello se le volvió un gusto total, se convirtió en un mujeriego incorregible y alcahuete de su padre, pues hasta entonces se dio cuenta de porque en todas las fondas que llegaban, las mujeres lo recibían con tanto cariño. Era un arriero, un amor en cada pueblo que llegaba.Además de las mujeres Reginaldo tenía otro vicio, este era el de la lectura. Cuando llegaba a las ciudades grandes, hacia sus negocios, vendía y compraba su mercancía, luego iba a alguna librería y compraba una buena cantidad de libros, los cuales leía montado en su caballo mientras arreaba sus animales. Eso le valía también muchos regaños, más ya no golpes, desde que demostró que si era hombre, su padre no lo volvió a golpear. Cuando Fermín le gritaba que dejara de leer y que pusiera atención en los animales, el solo respondía tranquilo.__ Es pa que se me haga cortito el camino apá.Fue la lectura precisamente lo que lo convirtió en un intelectual. Aprendió de leyes, filosofía, elocuencia. Él no era un chismoso como su madre y hermanas, pero no paraba de hablar contando siempre de cuentos o novelas. Era un sabelotodo y eso lo convirtió en un comerciante triunfador. Y fue para que su padre ya no lo regañara, que un día decidió hacer su propio negocio. Por su actividad recibía un salario. Parte de este lo utilizaba en comprar libros y el resto en dárselo a las mujeres. Cuando pensó en empezar a vender y comprar para él, no dejo de comprar libros, pero si en darle dinero a las mujeres, pues se dio cuenta que si las enamoraba conseguía de ellas lo mismo que dándoles dinero, así que tuvo una novia en cuanto pueblo visitaba y así pudo ahorrar dinero para comprarle a su propio padre un par de burros, comprar mercancía en los ranchos y llevar a la ciudad.Su negocio creció pronto. No tardo mucho tiempo en tener veinte burros, pero su visión era otra, tener una partida de mulas. Las mulas eran más fuertes y caminaban más de prisa. Pero eran mucho más caras que los jumentos.Por fin un día logro reunir el dinero suficiente. En Aguascalientes se le presento la oportunidad. Otro arriero que traficaba de Guanajuato a aquella ciudad fue quien se las ofreció.__ Oye Reginaldo __ Le dijo __ Te vendo mis mulas.__ ¿Y eso Pastor? ¿ Y luego tú?__Ya me quiero retirar de esto. Te las dejo baratas.Discutieron el precio. Eran veinticinco animales, bien cuidados, fuertes. El precio era menor al real y eso se le hizo algo extraño, sin embargo no pregunto más y gasto ahí todos sus ahorros, pero ahora si, a ser un verdadero arriero.El otro hombre apenas tomo su dinero, monto un burro viejo y se alejó a toda prisa con rumbo a Guanajuato.Emocionado Reginaldo empezó a hacer planes. Le tendría que pedir dinero a su padre para comprar mercancía. Tendría que contratar ayudantes. Sería el mejor arriero del mundo.En eso estaba, contemplando a sus nuevas remudas cuando escucho una firme voz a sus espaldas.__ Hasta que encontramos las mulas. Ya les habíamos dicho. Las necesita el gobierno.Reginaldo volteo sorprendido. Miro a un oficial militar que por sus insignias denotaba ser un general y algunos soldados tras él,  que lo miraban intimidatoriamente.__Discúlpeme general. ¿De qué habla?__De esas mulas. Ya había ordenado que el ejército las necesitaba. ¿Por qué las movieron de los corrales donde estaban?__ Yo las acabo de comprar.__Lo siento, están requisadas. Es una orden del mismo presidente de la Republica, don Benito Juárez, y yo, general Jesús de González Ortega, voy a ejecutarla.__ ¡Lo siento general, pero no se va a poder!

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.

jueves, 26 de diciembre de 2013

CAPITULO XXIII, LA PROFESÍA EN TIERRAS REMOLINENSES, QUE SIGUIÓ A SANTA ANNA.

__ ¡No, mis cruces  no!__ Desesperado  gritó Bernabé y sin pensarlo se arrojó sobre uno de los soldados que se aprestaban a obedecer la orden de su general. Rodó por el suelo junto con aquel soldado y una vez que se medio incorporó le dio un golpe en la mandíbula para levantarse e intentar atrapar a otro, pero en eso se escuchó la orden de que lo sujetaran y un instante después se vio inmovilizado por varios soldados.Los ojos del general fulguraban por la rabia. Se notaba que no estaba acostumbrado se ser contradicho.__ ¿Qué te pasa estúpido? ¿No sabes quién soy?__ Yo no sé quién es usted, pero si se quién soy yo __ Respondió también colérico Bernabé __ Yo soy el guardián de esta ermita…Esas cruces son mías, yo las cuido, yo las hice, yo las venero, son santas, no se atrevan a tocarlas o les pesará.__ ¿Pero qué te estás creyendo imbécil? Yo soy el generalísimo Antonio López de Santa Anna, el héroe de Tampico, inmortal héroe de Zempoala,  presidente vitalicio de la República de México y dueño de toda ella. Así que ningún ermitaño me va a decir lo que tengo o debo de hacer, y para castigo tuyo, verás como fácilmente van a caer esos maderos y arderán cocinando mi carne delante de tus ojos __ Luego con fuerza ordenó: __ ¡Tumben esos leños y échenlos a la fogata!Imposible fue para Bernabé liberarse de los sujetos que lo detenían. Con mucho dolor miró como con cuerdas ataban sus cruces y luego, entre varios hombres las jalaban con fuerza hasta hacerlas caer. Cuanta desesperación al ver que las arrastraban y sin considerar que eran reliquias santas las arrojaban al fuego. Lloró de rabia y dolor, pero de repente a su cerebro le llego una voz, muy dulce, tranquilizadora, una voz celestial y que solo había escuchado una vez, cuando le dijera que él, era un hombre bueno. La voz de la niña que fuera zaurina y en ese momento le  transfería aquel poder, por lo que sus palabras se volvieron proféticas.Antonio López de Santa Anna lo miraba burlón. Ordenó que lo soltaran, ya las cruces empezaban a arder. Luego le dijo  que se marchara si no quería que le sucediera algo peor.Bernabé camino unos pasos hasta ponerse frente a él. Los soldados intentaron atraparlo de nuevo temiendo que atacara a su jefe, pero el general con una Seña les dijo que lo dejaran. Bernabé lo miro a los ojos y luego con voz tranquila le dijo.__ Esto que le voy a decir señor general, no son mis palabras. Me las acaban de dictar desde el cielo.  Para empezar usted no llegará completo a la tumba. Esas cruces que ha cortado le costaran una pierna y  sufrirá y se arrepentirá el resto de su vida por este sacrilegio, cuando sienta el dolor, se va a acordar de esto. El dolor será terrible, tanto como el que he sufrido yo el día de hoy. Usted ahora va a una misión. Va a fracasar simplemente porque  usted es un cobarde, va  a caer prisionero y por salvar su vida va a dejar que le quiten parte de su territorio, luego va a perder más y más, va a vender lo que no es suyo, y usted y todas sus generaciones serán odiadas y maldecidas por el pueblo de México. Es usted un cobarde, que autoproclama ser un héroe, pero en realidad es una cucaracha.El presidente de México estaba líbido de rabia. ¿Cómo un ser insignificante como ese monje se atrevía a decirle tales cosas? Demostrando que en verdad era lo que Bernabé le decía, un cobarde, en un movimiento rápido desenvainó su sable y arteramente lo clavó  sin misericordia en el abdomen del clérigo. Bernabé cayó de rodillas apretando su herida, sin embargo volteo a ver al general y adorno su rostro con una sonrisa burlesca.__ ¡Pide misericordia y perdón maldito! __ Le ordenó el militar __ Pídeme perdón y di que soy tu héroe, el más grande guerrero que ha dado el mundo, más grande que Napoleón, soy el inmortal guerrero de Zempoala, mezcla de dos sangres, española y mexicana. Di eso inmundo monje desgraciado.__ Bernabé sin borrar su sonrisa dijo burlón __Para mi usted es solamente una pobre cucaracha rastrera.Con  rabia Santa Anna levanto su sable para descargar un golpe mortal, pero en ese preciso momento el general José de Urrea llego para decirle presuroso.__ Señor presidente, señor presidente, están llegando las autoridades de un pueblito llamado Juchipila y vienen también varios frailes. Le pido por favor que no mate a este hombre. Ellos ya están a la vista y eso nos dará mala reputación.Por un momento Santa Anna lo pensó. Alcanzo a divisar la comitiva que venía de Juchipila. Bajo el sable y le pidió  a un soldado que lo limpiara de la sangre de Bernabé, luego con desprecio también ordenó  que arrastraran al monje a la nopalera y ahí lo tiraran, que muriera desangrado, posteriormente  dibujando en su rostro una hipócrita sonrisa fue a recibir a las autoridades juchipilenses.El monje fue arrojado entre los cactus y ahí abandonado. El dolor era terrible, sin embargo haciendo un esfuerzo supremo logro ponerse de pie, y así, apretando su herida que no paraba de sangrar, paso a paso regreso al Remolino.Ya estaba oscuro, en el patio del jacalerío de los Luna, tenían una fogata para guarecerse del frio de la noche mientras charlaba la familia. Todos se asustaron al escuchar aquel quejido tan tenebroso, mas al ver que entre las sombras surgía aquel espectro todo enterregado. Apenas alcanzo a medio entrar al patio cuando vieron que se desplomaba. Las mujeres gritaron asustadas. Don José María fue quien presuroso se dirigió a donde estaba aquel bulto en el suelo. Con premura gritó cuando reconoció de quien se trataba.__ ¡Pronto, pronto! ¡Con una rejodida, pronto, es el padre Bernabé y parece que viene herido!Entre cuatro hombres lo levantaron y lo llevaron al interior de un jacal. Inmediatamente con agua tibia lavaron su rostro el cual estaba pálido. Un leve quejido surgió de su garganta, luego lentamente abrió los ojos. Muchas veces había caído en el camino, su hábito era una mezcolanza de sangre y tierra. Con un pedazo de ocote ardiendo lo alumbraron y así fue como notaron que seguía sangrando.__ ¡A ver, pronto, mujeres, vamos viendo como curamos a este cristiano! __ Ordenaba asustado don José María, aunque en realidad no sabía qué hacer.La voz de Bernabé se escuchó muy débil, por lo que todos guardaron silencio para poderlo escuchar.__ Don José María, no se preocupe por curarme, voy a morir.__ ¿Qué le paso padrecito? ¿Quién le hizo esto?__ El general cucaracha, pero eso no importa,  déjeme hablar por favor, me queda muy poca vida. Don José María, le pido por favor que me sepulte junto a la capilla del Remolino. Quiero que mis restos queden para siempre en esta tierra bendita. También le pido por favor don José María, que hagan siempre la fiesta a la santa Crucita, aquí y en las rancherías. Por favor, cuide de mis cruces… que nadie las vuelva a tumbar, que nadie las vuelva a quemar… la cruz es… es…Fue todo lo que alcanzo a decir. Bernabé fue cerrando los ojos y su alma abandono su cuerpo. Aquel  inquisidor redimido,  moría por defender sus cruces. Murió en manos del inmortal héroe de Zempoala, nombre que le mereciera años más tarde, que se escribiera un poema en su honor, que a la postre, se volviera  el himno que simbolizara la patria que ese cobarde traicionara y entregara más de la mitad a los invasores. Ese himno que no le gusto porque lo mencionaba solo una vez, y que la mayoría de los mexicanos cantan sin saber que fue escrito en honor de ese déspota traicionero. Bernabé lo llamo cucaracha y ese apodo se hizo popular. Los soldados que escucharon que lo llamo así, regaron esta noticia y así lo empezaron a llamar a escondidas, de tal modo que se hizo a voces grandes y así lo llamaron todos sus enemigos, por eso, cuando le volaron  la pierna de un cañonazo, cosa que también le profetizo Bernabé, surgió aquella cancioncita que cantaba todo México. La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, una patita pa andar.
El deseo de Bernabé fue respetado. Fue el primer muerto que se sepultó junto a la capilla, que desde ese momento se convertía también en un panteón. El segundo, ese mismo año, fue don José María Luna.Cuando llego el mes de mayo, la fiesta del Remolino se volvió a hacer a lo grande. Hubo comida y bebida para todo asistente, la danza cada vez era más lúcida, la chirimía toco por horas. El grupo de violín, tambor y tambora amenizo un buen baile, dos sacerdotes de Moyahua vinieron a dar la  misa.Ya casi para caer la  noche, don José María pregunto a la concurrencia que cual ranchería sería otro día la que quisiera celebrar la santa Cruz. Había gente de casi toda la región, pero nadie dijo nada. Como hacía falta Bernabé. Él era el organizador en las otras rancherías, nadie se había preocupado por preparar nada. Entonces don José María se acordó lo que el monje le había pedido y sin más, miro a un hombre del caserío llamado el Jaral y le dijo.__ Ustedes, a ustedes les toca mañana, allá voy a estar por la madrugada para empezar la ceremonia y si el padrecito no puede ir a dar misa, cuando menos va a haber danza y a rezar un rosario, y luego le va a tocar a Atemajac, y luego a la hacienda de Guadalajarita….Y así hizo el listado, tal y como lo hacía Bernabé y a todas esa celebraciones estuvo presente el viejo. Miró que organizar era difícil, por lo cual se le ocurrió hacer una cosa. Con mucha autoridad y sin permitir ser  contrariado, al terminar las fiestas, reunía a los habitantes del lugar y nombraba a una familia que sería la encargada de organizar la fiesta para el próximo año. No hubo familia que se negara y con eso garantizo la continuidad de las festividades.Al terminar el mes de mayo, el hombre se miraba agotado. El trabajo había sido mucho, muchas las desveladas, mucho el sacrificio.Volvían él y Anastasio de Las Jícamas, lugar donde se celebrara la última fiesta. Apenas se podía sostener don José María en la silla de su mula, se venía durmiendo. Al pasar por el camino real, en dirección a la plaza del Remolino le comento a su yerno.__ Mira Anastasio, te voy a encargar que cuando yo me muera, me entierren junto a la cruz, allí donde está mi niña. El padre Bernabé quiso quedar junto a la capilla, yo quiero quedar cerquitas de mi chiquita.Su deseo se realizado más pronto de lo que Anastasio imaginaba. Llegaron al jacarereo de los Luna. Los hijos de don Chema lo ayudaron a bajar de la mula y lo metieron a su jacal donde ya tenía su petate tendido. Inmediatamente se quedó dormido, nadie se imaginó que ya no volvería a despertar. Al amanecer nadie imaginaba que estaba muerto, pues en su rostro había una tranquilidad inmensa, y una sonrisa, como que había muerto mientras soñaba algo agradable, tal vez, jugaba con la niña Crucita.
El Padre del Remolino fue sepultado como él lo pidió, junto a la Cruz. Ahí quedo aquel hombre que llego buscando un tesoro, sin imaginar siquiera que su verdadera misión al llegar a ese lugar, era fundar la mismísima Capital del Cielo.Mucha tristeza causó la muerte de aquel patriarca, mucha tristeza, en ese momento nadie imaginaba que otras situaciones terribles se avecinaban, pues pronto llegarían otras desgracias. En  un país que no encontraba la paz, se avecinaban la guerra de reforma, todos vivirían en constante peligro, tal como le pasaría  a  Reginaldo  Horta, hijo de don Fermín Horta. Reginaldo fue el  primero de los Horta nacido en Remolino. Valiente y dicharachero como su padre, siendo un jovenzuelo se enfrentó el solo al ejército del general Gonzales Ortega. Estuvo a punto de ser fusilado, pero lo salvó el mismo Benito Juárez, la historia fue así:

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ


jueves, 12 de diciembre de 2013

CAPITULO XXII, CONTITLÁN, ATEMAJAC, EL RANCHITO, LOS PUEBLOS DE LA SANTA CRUZ.

A la mitad del camino estaba Bernabé. Inconscientemente el carretero tiró la rienda de los caballos que jalaban la carreta para que esta se detuviera. Al frente el monje también los miraba. El madero que tenía al hombro se veía amenazador.  El obispo sintió un escalofrió. Sintió como aquella noche que en Guadalajara, se enfrentara al mismo chamuco y este le dijera que su hospicio serviría para que se alojaran tropas de asesinos. Aquella vez venció al demonio diciéndole que el solo servía a Dios y  a la virgen. Pero esto era algo diferente, Bernabé no era un espíritu maligno, era un hombre maligno.  Así pasaron unos instantes, el carretonero no sabía que hacer, el obispo tampoco. De repente  miraron que Bernabé con dificultad buscaba la orilla del camino para dejarlo libre, al poner su cuerpo de lado, notaron que el madero que se miraba sobre su hombro era en realidad una enorme cruz de madera, la cual arrastraba como si  fuera el Nazareno cuando iba al Calvario. Una Cruz, era una santa Cruz, al obispo le apareció en la mente la imagen de la niña Crucita. En ese instante sintió una tranquilidad enorme.__Avanza__ Ordeno el prelado al carretero.__  Pero señor obispo, no ve que…__ Que avances te digo, y no le des rápido, detente junto a ese hombre.__Señor, él lo quiso matar.__ Haz lo que te ordeno.No tardaron mucho para llegar a donde Bernabé estaba con su cruz al hombro. El carretero se detuvo. Bernabé con dificultado bajo su cruz y luego se acercó a la carreta. Tendió su mano para que su superior  también le diera la de él y poder besarla. Por un momento el obispo dudo en hacerlo, pero recordando a la niña santa, disipo sus dudas y le mostro su diestra al monje, este la tomo y con mucho respeto la beso. No pasó nada.__  ¿Qué hace padre Bernabé con esa Cruz? ¿A dónde va?__Voy a ese ranchito que se llama Cintilan, para colocar en algún lugar esta Cruz, ellos también deben estar bendecidos por esta santa reliquia igual que el Remolino. Ya he encontrado mi misión en este mundo y es esa señor obispo, la de venerar a la santa Cruz.__Hermosa  su misión Padre Bernabé, pero debería usted de buscar ayuda, esa  cruz pesa mucho.__ Más pesada estaba la que llevo nuestro señor y nunca se quejó, y esta será mi penitencia por haber atentado contra su vida su eminencia, solo le pido a mi creador, que el día de mi juicio final, me lo tenga en cuenta. Esta y  las otras veintinueve  cruces más, que voy a venerar.__ ¿veintinueve más? ¿Y dónde las va a poner?__ Si, treintaiuno en total,  una por cada día del mes de mayo y las voy a poner en todas las rancherías de la comarca, desde Moyahua  hasta  Juchipila, y en cada lugar habrá fiesta, y fiesta grande. Pero la primera será siempre, la fiesta del Remolino, la fiesta del tres de mayo.Y así fue. Gracias a este monje ex fanático de la santa inquisición, que se llenara toda la  comarca de cruces y en algunos lugares de capillas. Puso en Contitlán, Atemajac, El Ranchito, Las Jícamas, Las Cuásimas, El Paso, y muchos lugares más. El mismo hizo y llevo aquellas pesadas cruces de mezquite. Las más conocidas por ese tiempo, fueron la del Remolino, por ser la primera y por tener la fiesta más grande, luego  la cruz de platos, que esta Zanjón arriba rumbo al Ranchito, esa cruz está en el suelo, formada con mezcla de cal y adornada con platos de talavera, de ahí se partía para muchas rancherías para hacer sus fiestas,   y luego  las tres cruces que coloco como si fueran las tres del calvario, en el cerrito a un lado del camino real, en mitad del Remolino y Juchipila, frente a esas cruces, muchos arrieros paraban a pedir por un buen viaje.  Fue gracias a este hombre, que durante el mes de mayo en todas las rancherías se celebraran fiestas en honor de la santa Cruz y la santa niña Crucita, empezando con la fiesta del Remolino. Bernabé vivió el resto de sus días en completa armonía con los habitantes de la comarca. Ya no quiso vivir en el convento de Juchipila e hizo una ermita junto a las tres cruces, en el Surco de Nopales y de ahí salía todas las mañanas a decir misas y limpiar y llenar de flores sus cruces, sin imaginar que un día, por defenderlas, habría de morir clavado por la espada del que sería años mas tarde, el cojo más famoso de la naciente República Mexicana.
Aquella mañana el obispo  Cabañas quedo gratamente sorprendido por la conversión de aquel demonio a ángel redentor, sin duda un milagro más de la Santa niña Crucita.__ Dios te ha de premiar por tus buenos actos hijo. Híncate que te voy a bendecir.Bernabé obedeció y emocionado escucho las palabras del obispo, ofreciéndole en latín, los parabienes de la vida eterna. Luego miro como de nuevo iniciaba su marcha la carreta con rumbo hasta donde pudiera, al pie de la sierra camino a Nochiztlán. Ese fue un viaje muy largo para aquel hombre ya tan débil y viejo, pero consiente que sería el último viaje de su vida,  quiso visitar el máximo de parroquias que pudiera y terminar en San Juan de los Lagos. Pero su deseo no fue posible, al llegar a Nochiztlán los agarro una tormenta muy fuerte y un frente frio, el cual le hizo enfermar de pulmonía, pero aun así insistió en seguir su viaje,  no alcanzo a llegar a su objetivo, en un pueblo llamado San Pedro Apulco, al sentirse muy enfermo pidió que un cura lo confesara y le diera los santos oleos. Aquel hombre santo que fuera exclusivamente a bendecir al Remolino, ahí entrego su alma al creador, sin haber llegado a San Juan de los Lagos, pero cuentan que con una sonrisa muy grande, sus últimas palabras fueron, “Si mi niña, ya voy, gracias por venir por mí, mi hermosa santa Crucita.
Desde el día de la bendición de el Remolino, ya nadie impidió que se edificara la capilla y se terminara la plaza, al contrario, cada vez que Bernabé se daba tiempo iba y ayudaba a batir mezcla  o a pegar piedras. Para el siguiente año, en la fiesta de la Santa Crucita, ya el trabajo estaba muy avanzado y la fiesta fue muy lucida. La organizo Bernabé y para nada permitió que hubiera tastoanes. Le gusto tanto la danza que la trajo todo el mes con él en las consiguientes fiestas en las rancherías. En un jacalerio llamada el Tepetate, encontró a dos hermanos de apellido Muñoz, muy inteligentes, dicharacheros y dados a la música, amenizaban las fiestas con múltiples instrumentos inventados por ellos mismos, entre estos,  un pito de carrizo y un tamborcillo de cuero de chiva, a la cual le habían dado el nombre de “La chirimía”, ellos también se agregaron a la comitiva cultural de festividades durante el mes de mayo. Años después la gente decía, que si no había chirimía, la fiesta no servía de nada.
A Bernabé le fascinaba ir a la casa de Anastasio y Mercedes, para platicar con ellos sobre la vida de la niña, de sus milagros, de todos sus hechos como zaurina, por eso, un día platicando de como había muerto, fue que le narraron sobre la rama con que se defendió Anastasio del Gavilán.__ ¿Y que paso con esa rama Anastasio? __ Pregunto el monje.__ Pues va a creer que me puse y con mi rozadera la corte a modo que quedara nomas la crucita y luego con piedras lisitas la talle y la talle, hasta que me quedo bien bonita y ahí la tengo, de a tiro en donde pongo mi petate pa que nos cuide toda la noche.__ ¿Así que aquí la tienes? Muy bien hecho, quiero verla.Anastasio entro a su jacal y salió con la cruz que hiciera con aquello que en un momento dado fue su defensa. El monje la beso y luego la abrazo con mucho cariño, era una cruz pequeña, pero bien hecha.__Sabes Anastasio, esta cruz debe estar de otra manera. Quiero hacerle un pequeño altar, y con ella, por ser liviana llevarla en las procesiones, en todas las fiestas del mes de mayo. Luego ya que pasen las fiestas, te vuelvo a traer, ¿Qué te parece?__ Lo que mande su merced está bien hecho.Y desde entonces esa pequeña cruz es la que acompaña las procesiones, aquella madera que un día salvara la vida del padre de Crucita.
Bernabé se convirtió en uno de los hombres más queridos y respetados de aquellos lares, se volvió un hombre amable y alegre. Aunque vivía de la caridad de la gente, trabajaba en donde veía que se requería de su ayuda y sembraba como todos un pequeño cuamil para tener algo de maíz y frijol, no comía carne de ninguna especie y solamente se molestaba cuando alguien era irreverente con alguna de sus cruces, eso lo volvía a convertir en el hombre rabioso que fuera un día.
Fue una tarde de finales del mes de enero. El monje volvía de hacer su recorrido habitual. Desde la comunidad del Ranchito había visto que por el camino real pasaba mucha gente, mucha más que si fueran arrieros. Cuando llego al remolino de jacales de los Luna, ahí le dijo don José María muy molesto.__ Disque es el ejército padrecito, disque dicen que van pa Texas. Pero no son más que una bola de bandidos. Van agarrando lo que pueden.__ ¿Por qué dice eso don Chema?__ Porque son unos jijos de jijurria. Llego un tal general sabe que chingaos, que disque es el presidente de México  y a luego sin más nos dijo que teníamos que pagar impuestos. Que de cada tazolero que tuviéramos le teníamos que dar pastura pa sus animales y vacas para que ellos tragaran. Que disque no nos iba a pagar nada y hasta nos hacia un favor. Pos mendigo favor, nos dejaron sin pastura y me mataron dos vacas.__ ¿En dónde están ahora?__ Pos ahí le siguieron pa delante.  A la nada están ahora en la ermita suya padre, si no en Juchipila.Bernabé se dio prisa, sabía lo que hacían los poderosos, apropiarse de todo lo que quisieran.Don José María no se equivocó. El campamento de soldados era grande y utilizaban el llano limpio frente a su ermita para hacer un campamento. Las dos vacas que le requisaron al viejo yacían den el suelo y eran destazadas hábilmente. Había varias fogatas en donde obviamente preparaban brazas para guisar la carne. De pie junto a la ermita miro aquel hombre alto, muy elegante enfundado en su uniforme militar.Bernabé no miro peligro alguno, era solo el ejercito que iba de paso. Pero al momento de estar cerca de aquel que pareciera ser el jefe, escucho que este ordenaba algo que lo hizo sentir una desesperación muy grande.__ Como de que no encuentran Lena gruesa para hacer brazas, estarán ciego o idiotas. Miren, aquí hay mucha, tumben inmediatamente esas cruces y hagan las brasas con ellas, ¡Pero ya!
__ ¡No! __ Grito Bernabé indignado __ ¡No se atrevan a tocar mis cruces malditos!

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ

viernes, 6 de diciembre de 2013

CAPITULO XXI, LA ODISEA DEL SEÑOR OBISPO EN LA NACIENTE PLAZA DE EL REMOLINO.

Fue una verdadera odisea llevar al Obispo hasta el Remolino. Para bajar y subir lo que llamaban la Barranca, de Guadalajara a Ixtlahuacán, se hizo una especie de parihuela y ahí acostaron al clérigo, luego entre cuatro hombres lo llevaron hasta bajar al rio y luego volver a subir la montaña. En los llanos de Ixtlahuacán fue más fácil, un rico hacendado les presto su elegante diligencia y así llegaron hasta los dominios de la  hacienda de Santa Rosa, en donde de nuevo tuvieron que bajar al hombre acostado en su parihuela. Ya en Moyahua lo llevaron en una carreta y así, un nublado mediodía de los finales del mes de  mayo, el Obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, arribaba a la naciente plaza del Remolino.
El padre José de Jesús Fragoso, durante todo el trayecto estuvo mandando emisarios anunciando y preparando los arribos del  obispo a los diferentes pueblecitos  por donde fueron pasando, por eso, en el Remolino ya lo estaban esperando.  Eran cientos de personas las que estaban en la plaza. Los Luna y los Haro habían preparado un banquete igual al que hicieran el pasado tres de mayo. Un trio de violín, guitarra y tambora amenizaban el ambiente, había tastoanes y danzantes, la gente había formado una valla  desde el camino real hasta el montículo donde posaba la hermosa Cruz de mezquite. Al fondo estaban los Luna y los Haro, además, todos los clérigos que Vivian en la región, todos, incluyendo al maléfico Bernabé, que muy serio con una mirada rabiosa observaba todo lo que acontecía.
El obispo pidió que lo bajaran de la carreta y así, caminando entre las dos filas de personas que lo ovacionaban, lentamente se dirigió a la hermosa cruz que lo esperaba al fondo. El hombre sonreía, se sentía feliz, para sí mismo pensó “Estoy en un lugar santo, aquí vivió una ángel enviado por el señor”
Anastasio y Mercedes fueron quienes lo recibieron. Se inclinaron frente a él y besaron su mano.
__ Ustedes han de ser los padres de esa niña santa, los encargados de cuidarla, como lo fueron María y José con nuestro señor Jesucristo. Benditos sean por siempre.
__ ¡Gracias señor obispo por haber venido! __ Dijo Anastasio con voz alta para que lo escucharan todos __ Gracias porque así, se ha de saber que mi hija fue una santa y no una bruja como algunos dicen __ Y luego volteo a ver y señalo  a Bernabé con coraje.
El obispo estaba bien informado sobre el caso de aquel inquisidor. Volteo a verlo, noto la mirada del monje, el obispo se estremeció, como si a quien estuviera viendo era el mismísimo demonio. Entonces lo encaro.
__ ¿Eres  Bernabé?
El monje solo movió la cabeza afirmativamente.
__ Hijo __ Dijo el obispo en un tono amoroso __ sé que fuiste inquisidor, sé que eres un hombre de mucha fe, que eras un fiscal y verdadero defensor de nuestra santa, católica y apostólica iglesia, pero sábete buen cristiano, la inquisición ha sido abolida, ya no existe, era cruel y por eso a bien de todos, ha desaparecido.
Bernabé lo miro,  con voz ronca argumento.
__Aquí vivió una bruja, dicen que hacia milagros, era solo el demonio engañando gente, su excelencia no debe ni aceptar ni bendecir este lugar.
__ ¡Padre Bernabé, sépase que la madre de Dios me ha ordenado venir a este lugar y bendecirlo. Es mi orden que te redimas y aceptes mi mandato, no volverás a hablar mal de esta causa, aquí nació y murió una niña santa, es mi veredicto! ¡Voy a bendecir este lugar, y nadie lo podrá impedir, ni tú, ni nadie!
El monje cayó de rodillas y avanzando de esa manera, con la cabeza agachada se dirigió a su superior. El obispo tendió su mano para que la besara el rebelde. Al levantar este las manos, don José María alcanzo a ver algo extrañas en ellas. El viejo grito presintiendo algo malo, pero fue demasiado tarde, cuando Bernabé tomo la mano del obispo, este lanzo un grito espantoso, quiso retirarla, pero Bernabé lo sostenía fuertemente y no pudo, solo siguió gritando.
__ ¡Trae alacranes en la mano! ¡Le están picando al obispo! ¡Quítenlo de ahí! __ El viejo José María gritaba desesperado.
Anastasio por ser la persona más cercana a ellos, se arrojó sobre Bernabé para que soltara la mano del prelado, rodaron por el suelo. Bernabé malévolamente puso una de sus manos sobre el cuello de Anastasio, al momento este también lanzo un alarido y se tomó del cuello, entonces el mal monje se incorporó y riendo malévolamente le mostro las manos amenazantes a los presentes, que para entonces ya los habían rodeado. La gente pudo ver que en ambas manos, el cura se había puesto una gran plasta de miel y cera, luego sobre aquella mezcolanza pegajosa se había pegado diez ponzoñosos alacranes dejándoles la cola suelta, los cuales,  no paraban de tirar aguijonazos por la desesperación de sentirse atrapados. La miel y cera impedían que los aguijones tocaran la piel del mal monje.
El Obispo cayo presa de espasmos, eran múltiples los piquetes que había recibido, era mucho el veneno que ya corría por su cuerpo.  Las reacciones naturales del cuerpo a aquel veneno  tan toxico entre otras muchas, es paralizar la quijada, por lo cual el obispo ya no podía hablar. Anastasio había sido picado en el cuello, el veneno llego inmediatamente al cerebro, también se convulsionaba igual que el obispo.
Bernabé reía maléficamente mientras mostraba sus manos armadas con aquellas alimañas y gritaba __ ¡Ahora si, nadie podrá bendecir esta tierra ni hacer ese sacrilegio.
 Nadie se atrevía a acercársele. El clérigo estaba rodeado de gente. No podía huir, ni le interesaba, quería ver completa su obra. Se sentía protegido con sus alacranes. Miro que alguien se abría paso entre la gente y se acercaba a él.
El viejo José María se sintió rabioso. Sin medir las consecuencias se acercó al moje. Bernabé le mostro sus manos. Don Chema estiro una de sus manos y sin temor arranco de ahí un alacrán. Grande fue la sorpresa de los presentes y del monje mismo cuando el viejo clavo el aguijón del insecto en su antebrazo. El alacrán quedo muerto, pegado a la piel del viejo, colgando inerte.
__ Nada, nada me pueden hacer tus cochinadas.  En cambio yo a ti, si te puedo y te voy a hacer pedazos. Y esto me lo va a perdonar Dios, porque no voy a matar a un padre, voy a matar a un diablo, como cuando matamos al Gavilán. ¡Alguien, que me dé un machete!
Bernabé abrió los ojos desmesuradamente. Varios machetes aparecieron al momento. Don José María tomo uno de ellos y lo levanto amenazadoramente. El monje retrocedió asustado. El viejo avanzo. El círculo de personas se apretó para impedir que Bernabé retrocediera más. Cuando estuvieron a distancia para que el machete pudiera cumplir su objetivo, El viejo Luna apretó la cacha fuertemente y justo, cuando iba a soltar el golpe escucho la voz más hermosa que su cerebro recordara.
__ ¡No abuelito! ¡No hagas eso!
Todos los presentes escucharon también la voz y voltearon asombrados al lugar donde esta se originaba. Grande fue su sorpresa pero nadie sintió miedo. Ahí, al pie de la cruz de mezquite estaba ella, la niña zaurina del Remolino, la santa niña Crucita, en cuerpo y alma, igual que un año antes. Todos se arrodillaron inmediatamente menos don José María y el monje que estuvo a punto de morir. El viejo soltó el machete y empezó a llorar emocionado. La gente miro como la niña bajo del templete y lentamente se dirigió a donde estaba su padre abrazado por Mercedes. Toco su cabeza y amorosamente le dijo.
__Levántate papa. Nada te ha pasado__ Al instante Anastasio dejo de sentir dolor alguno.
Luego aquella aparición se acercó al obispo que era sostenido por el padre José de Jesús Fregoso. De igual manera como lo hiciera con su padre, toco también su cabeza mientras decía.
__Nada te ha pasado buen hombre y sábetelo, nuestro señor me ha mandado con un mensaje. Todos tus pecados te han sido perdonados. Que tu corazón ya no sufra por haber coronado a un demonio. No fue tu culpa. Eres un santo y por tanto fuiste elegido para venir a bendecir esta tierra tan hermosa. Esta, la capital del cielo. Levántate y haz lo que tienes que hacer.
El buen hombre abrió los ojos, al instante se le llenaron los ojos de lágrimas emocionadas. Sonrió amoroso porque sintió una paz enorme en su corazón. Luego miraron que Crucita se dirigió a donde estaban su abuelo y el monje Bernabé.
Fue entonces que don José María se arrodillo. La niña acaricio su rostro. No le dijo nada, porque en ese momento la santa encaro al monje.
__ Eres muy bueno Bernabé, luchas por la fe de Cristo, pero te has desviado un poco del camino. Esa no es tu misión Bernabé. Hoy abras de descubrirla. Tus pecados te han sido perdonados.
En ese instante todos vieron como en el cielo nublado del Remolino se abrieron las nubes y un rayo de sol bajo hasta donde estaba Crucita. Era una luz muy blanca y con mucha emoción todos vieron como ella se fue elevando al cielo mientras la luz se iba desvaneciendo lentamente y se volvieron a cerrar las nubes. Luego hubo un instante de silencio total, solamente se miraban unos a otros hasta que los gritos del obispo los sacaron a todos de aquel letargo.
__ ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Esto es un milagro! ¡Estoy bien! ¡Estoy bien!
Entonces fue que todos los presentes empezaron a gritar eufóricos. Testigos de un milagro. Lloraban, reían, gritaban. El obispo se incorporó y con toda la emoción del mundo pidió agua bendita y así, luego de aquel milagro y seguido por todas aquellas personas, empezó a bendecir el lugar. Bendijo la plaza, bendijo el montículo donde habían sepultado a Crucita y donde ahora estaba aquella cruz de mezquite sombreada por dos huizachillos, luego fue a donde estaban los cimientos de la capilla y los bendijo, diciendo que desde ese momento nombraba al lugar por orden de la madre de Dios, Capilla del Remolino, única capital del cielo.
Luego fueron a comer, felices, tranquilos, sintiéndose protegidos por la bondad de un santo obispo y el manto de Santa Crucita. Solo se sintió nuevamente la inquietud cuando don José María hizo una observación.
__Oigan gentes, y a todo esto, ¿onde quedo el mula de Bernabé?
Hasta ese momento se acordaron de él. El obispo palideció. Recordó lo que la madre de Dios le había dicho, que no regresaría con vida a Guadalajara. Alguien grito que sobre una piedra había algo. Fueron a ver. Ahí estaba las plastas de miel y cera junto con los cadáveres de los alacranes, pero Bernabé había desaparecido.
__ No se preocupe señor obispo__  Dijo consolador don Fermín Horta __ En lo que usted este con nosotros y en su viaje de regreso, yo y la santa niña Crucita nos vamos a encargar de cuidarlo.
Pero don Fermín no pudo cumplir su promesa. El Obispo estuvo dos semanas en la región, durante este tiempo el buen hombre fue cuidado por el arriero, pero un día tuvo que ir don Fermín a encontrar unos arrieros que venían de Cuquío con una piara de cerdos y le habían avisado que una jauría de lobos los amenazaba, así que tuvo que ir a su encuentro con su escolta de lanceros. Ese día, el  obispo decidió que era momento de volver a Guadalajara, pero no quería irse sin visitar otras parroquias de su homilía, así que ordeno que regresara subiendo por la  sierra hasta llegar a Nochistlán, luego iría a San Juan de los Lagos para volver a la capital. Solamente el señor cura de Moyahua intento disuadirlo de su plan, era tiempo de lluvias y aquel viaje sería muy peligroso para su salud.
__ Es mi orden y es mi deseo padre José, y quiero que vaya conmigo.
Así que aquella mañana lo subieron en una carreta y acompañados por una pequeña comitiva, se despidió para siempre de la gente del Remolino, sin imaginar que muy pronto se llevaría el susto de su vida.
Iban muy tranquilos por el camino real, a un lado del camino había un surco muy largo plantado de nopales. Comentaba el clérigo sobre las propiedades alimenticias y medicinales de aquel cactus con el carretero, cuando este detuvo el vehículo y gritaba muy asustado.
__ ¡Señor obispo! ¡Mire, ahí! ¡Es Bernabé!
En efecto, a mitad del camino estaba el, Bernabé, con el torso desnudo y un gran madero sobre sus hombros. El obispo se sintió amenazado.


lunes, 25 de noviembre de 2013

CAPITULO XX, EN BUSCA DEL OVISPO JUAN CRUZ RUIZ DE CABAÑAS Y CRESPO

Los  dos muchachos Haro corrieron al cerro. Conocían perfectamente en donde pitahayaba Anastasio. Apenas iban subiendo la primera ladera del cerro, cuando escucharon a lo lejos unos gritos violentos y otros muy doloridos. Apresuraron el paso. De repente al subir la primera loma, se encontraron con una escena dantesca. Atado de los brazos y colgado de ellos en la rama de un mezquite estaba Anastasio. Semidesnudo y con la espalda roja de la sangre que manaba de ella. A un lado, el fraile Bernabé con un látigo de siete puntas, sudoroso, descargando sin misericordia tremendos golpazos mientras gritaba iracundo
__ ¡Sal bestia maldecida! ¡Sal del cuerpo de este hombre! ¡Confiesa, confiesa, tu hija era una bruja, confiesa!
__! Ay! ¡Noooooooo, Noooooooo, mi hija es una santa!
Los dos jóvenes apresuraron sus pasos, con rabia y temor se acercaron a los dos hombres, al llegar se agacharon y agarraron un par de piedras cada uno. Bernabé no los escucho llegar concentrado en su castigo, así que fue una sorpresa para él,  sentir el primer piedrazo en su espalda, luego otro golpe en el brazo que hizo que el látigo callera al suelo. Volteo a ver a los recién llegados que, apenas disparaban un proyectil y ya se estaban agachando para agarrar otra piedra, había miles de ellas, y lo peor de todo, tenían una puntería endemoniada.
__!Ey! ¡Los castigara Dios y…!
No lo dejaron de terminar decir su maldición, pues otra andanada de piedras le llovió, así que  a aquel cura loco, no le quedo de otra que correr, huir para salvar su integridad física. Los muchachos lo persiguieron hasta que vieron que tomo rumbo a Juchipila, entonces regresaron a auxiliar a Anastasio. El hombre se quejaba horriblemente, su camisa de manta estaba hecha jirones, roja por la sangre, en la nuca también tenía sangre, pero está ya estaba seca.
__ ¿Pos que paso tío?__Lo cuestionaron mientras lo liberaban de las cuerdas con que estaba atado.
__No sé, solo recuerdo haber sentido un golpe en la cabeza, luego desperté aquí, amarrado.
Con mucho sacrificio, abrazado a los hombros de los dos muchachos, regresaron al Remolino. Lo quisieron dejar en los jacales de los Luna, pero estos estaban solos, además Anastasio insistió que quería estar en la fiesta de su hija.
Grande fue la sorpresa de todos quienes estaban ahí. La gente se arremolino para escuchar lo que había pasado. Al saber la historia se escucharon gritos de coraje y amenazas de muerte en contra de Bernabé. Entonces fue que hablo el señor cura José de Jesús Fregoso.
__No buenas gente, no. Nada podemos hacer contra el padre Bernabé, porque aunque haga, lo que haga, el padre Bernabé no deja de ser un soldado de Cristo y sus acciones son para preservar la fe, según él. Si alguno de ustedes se manchara las manos con su muerte, entonces su sangre estaría maldita por siete generaciones, por haber matado a un ciervo de Dios. Nosotros no podemos hacer nada. Esto es un caso que tiene que resolver su eminencia, monseñor, arzobispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo. Mañana mismo tomare camino a Guadalajara para ir a verlo.

Cuenta la historia, que el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, fue un santo. Con un amor infinito por los desamparados. Un verdadero guardián de la gente pobre. Que el primer día que llego a Guadalajara para tomar su puesto como obispo, fue recibido con un banquete inmenso, digno de un personaje como era él. Que luego de ver tal cantidad de bastimentos pregunto.
__ ¿Y toda esta comida? ¿Cuantos invitados hay?
__Solo usted su eminencia __Le respondieron __ Solo usted y las personas que lo acompañan.
__ ¡No! __Dijo enérgicamente __ Esto es un derroche, un pecado a tanta banalidad, un hombre puede ser alimentado con infinitamente menos de todo esto que hay aquí, así que es una orden, salgan a la calle y traigan a cuanta persona hambrienta se encuentren para que compartan la comida conmigo.
Ese, su primer día, el obispo Cabañas, como luego se le conociera, comió rodeado de la gente más pobre de la ya desde entonces, hermosa ciudad de Guadalajara y jamás volvió a ser atendido con otro banquete, como él decía, derroche de banalidades.
En ese mismo banquete, se dio cuenta de que en la ciudad había una cantidad muy grande de huérfanos y menesterosos, por esa razón también, una de las primeras ordenes que dio, fue la de construir un hospicio, en donde se atendiera a toda aquella gente, un edificio que ha sobrevivido a muchas guerras y aún sigue siendo un mudo testigo de la bondad de aquel hombre, un edificio que por su belleza arquitectónica es un orgullo para la perla tapatía, un edificio que en un principio fue llamado la casa de la misericordia, pero que actualmente lleva en nombre de su honorable fundador, HOSPICIO CABANAS
Por más de dos décadas el buen hombre estuvo a cargo de la enorme diócesis de Guadalajara, cuyo límite al norte, era el llamado arroyo  del Zapote, por tanto el Remolino estaba en sus fueros. Esas dos décadas el prelado sobrevivió a la guerra de independencia, fue precisamente este hombre quien excomulgara a Miguel Hidalgo y Costilla por haber tomado las armas y dejar la fe de Cristo, eso siempre lo entristeció, y aunque nunca se arrepintió de haberlo hecho, le dolía la excomulgación de cualquier soldado de la iglesia. Solo había una acción de su vida que si le dolía, le molestaba y se arrepentía de haberlo hecho, esto era, haber coronado al emperador Iturbide a la consumación de la Independencia. Le dolía recordar el momento en que aquel hombre déspota se inclinó frente a él y se vio obligado a colocarle aquella corona de oro, luego soportar sus palabras de poder. Su arrepentimiento era tan grande que todas las tardes iba a una pequeña capilla y ahí, inclinado frente a un crucifijo rezaba e imploraba por el perdón de su alma.
La ultima tarde que fue a rezar, al estar inclinado frente al crucifijo, sintió una cálida mano que tocaba su cabeza, era un contacto muy extraño, una caricia divina. Una luz muy blanca lo obligó a cerrar sus ojos por lo que no pudo ver nada y curiosamente no se podía mover, pero no sintió miedo, al contrario, sintió una enorme paz. Estando así fue que escucho una dulce voz.
__No temas hijo, y no pidas más por el perdón de tus pecados que todo te ha sido perdonado. Tu alma es buena y pura, sin embargo para alivio de tu conciencia por haber coronado a un rey falso, he aquí que se te pide  una encomienda. Hoy alguien habrá de pedirte que vayas a bendecir una capilla. Puedes negarte porque el lugar es muy lejano y tu edad ya es avanzada, nadie te reprochara nada y tu alma seguirá siendo limpia. Sin embargo si aceptas ir, harás tu obra magna en este mundo, bendecir la tumba de una santa. Sábete hijo que este viaje no tiene regreso. Sufrirás muchas incomodidades. Te enfrentaras al demonio. Sufrirás enfermedades, pero tu recompensa vendrá, tendrás oportunidad de vencer al fanatismo y bendecirás la capital del cielo, el lugar donde reposan los restos de  la Santa Crucita, la más pequeña enviada de nuestro señor. Prepárate Juan Cruz, que también Cruz es tu nombre. Prepárate para ir a la capital del cielo, al  hermoso ranchito el Remolino.
Luego la luz se fue desvaneciendo, El obispo pudo abrir los ojos. Respiro hondo y se sintió  feliz. En ese instante entro un sirviente que le anunciaba.
__Su eminencia, lo buscan con urgencia.
__Ya lo sé, ya lo sé.
Cuando llego al lugar donde lo esperaba el señor cura José de Jesús Fregoso, el obispo lo saludo amablemente y antes de que dijera nada, le dijo.
__ Preparémonos padre, preparémonos, que mañana salimos temprano con rumbo del hermoso Remolino y bendeciremos la tumba de Santa Crucita.

El cura de Moyahua abrió los ojos desmesuradamente. Aquel hombre era un santo, ¿Cómo sabría a que iba si no le había dicho nada? El solo iba a pedirle un consejo, jamás se imaginó que el mismo obispo lo acompañaría, que bueno, un obispo en su feligresía, aunque en ese momento ninguno se imaginaba los problemas que les traería un  demonio, el demonio  que habitaba en el cuerpo de Bernabé.

domingo, 24 de noviembre de 2013

CAPITULO XIX, LA PRIMERA FIESTA DE LA SANTA CRUZ

LA PRIMERA FIESTA DE LA SANTA CRUZ


Otro día, don Onofre Villarreal, en el trapiche del Ahualulco  hablo con Anastasio.
__ Mira Tacho, yo sé que no me vas a dejar solo en un pensamiento que traigo desde que la niña Crucita me dijo de la plaza. Vas a creer que ya la tengo dibujada en la cabeza. Una capilla, y a luego en donde sepultamos a la reinita un templete con su cruz bien grande, y enfrente su plaza, bien empedrada con sus bancas como en las grandes ciudades…asina mero la voy a hacer, voy a trabajar muy duro de modo que pal año que viene ya va a estar lista, cuando menos la plaza para hacer una fiesta ahí. La capilla es la que va a llevar tiempito, y se van a necesitar centavos, pero vas a ver que de algún modo. ¿Cómo la ves? ¿Tas conmigo?
__Se lo agradezco tanto don Onofre,  y sin preguntarle a nadie, le aseguro que todos los Haro y todos los Luna ahí nos va a tener, a su servicio.
__Pos no se hable más, todos los días cuatro personas van a estar trabajando ahí, que se vayan  turnando pa que no  dejen de  trabajar en sus cuamiles   y donde los ocupen, yo nomas acabando este trapiche, que es en dos semanas más, me voy pa allá, y no paro hasta que esté todo terminado,  ahí a ver como me sostengo.
__Ya veremos que no le falte nada don Onofre, va a ver que no lo dejaremos solo.
__Pos lo único que tengo entendido es que pa hacer una capilla así de grande, se ocupa permiso del señor cura, ahí te encargo que vayas a Moyahua a que nos lo den.
Ese  mismo domingo, Anastasio y Mercedes fueron a Moyahua para hablar con el señor cura José de Jesús Fregoso. Al buen hombre se le enchino la piel y sus ojos se rasaron de lágrimas al escuchar la triste noticia. Él había bautizado a Crucita, el sabia de sus milagros, el sabía que era una santa.
__Nos  debemos de resignar a su partida, Así lo dispuso el Altísimo y así debemos entenderlo. Ahora que si ella pidió una capilla…una capilla le daremos.
Por esa misma época llego al convento de Juchipila un fraile dominico llamado Bernabé, un hombre fanatizado con la ya extinta santa inquisición, y en todas partes que iba buscaba brujas para quemar y demonios para exorcizar. Desde el primer momento que supo de la historia de crucita y su característica de adivinar el futuro, la manera como había muerto y que se hacía una capilla en su honor, se opuso rotundamente argumentado con mucha fuerza que aquella niña debió de ser una bruja, y que no se debería de hacer nada en su honor,  ni una capilla, ni  una plaza, mucho menos una fiesta. Fue un verdadero opositor, le dio por ir casi todos los días a el Remolino y como podía evitaba que los trabajos prosperaran, Los albañiles huían aterrados al verlo llegar, porque de inmediato se quitaba el cordón con el que amarraba su habito y con el tundía a golpes a cualquier persona que trabajara en el lugar.
Fueron muchos los pleitos que tuvo con los Luna y los Haro. Más de una vez quiso llevarse a Anastasio y a Mercedes para limpiarlos del mal que le habían traído al mundo. Los amenazaba con excomulgarlos y los aterraba con los castigos del infierno. Pero por más que gritaba nadie le hizo caso, máxime que el buen cura, don José de Jesús Fregoso, los alentaba a que siguieran con el proyecto. Los enfrentamientos entre los dos clérigos eran verdaderas batallas religiosas, uno argumentando que todo era obra del demonio, otro, defendiendo el dulce recuerdo de los milagros de Crucita.
El primer aniversario de su muerte, fue un tres de mayo soleado. Don José María desde un día antes había mandado matar un buey y lo hicieron birria. Las mujeres no paraban de tortear, pues se había corrido la noticia que  habría fiesta en la  plaza del Remolino, que a toda la gente que fuera, se le daría de comer.  Para ese entonces la plaza era solo un predio limpio, un templete de piedra enjarrada con mezcla de cal  sobre la tumba de Crucita, más al fondo, los cimientos de la capilla que Bernabé no había dejado que creciera en sus paredes.
Del corazón de un tronco de mezquite, a puro golpe de zuela sacaron los dos maderos con los que un hombre llamado Peregrino López, hizo una hermosa Cruz que clavaron sobre el templete. Se veía hermosa desde el camino real.
Desde antes que amaneciera, Anastasio le había anunciado a Mercedes que iba al cerro a cortar unas pitahayas para darle a la gente, que entre más cosas hubiera, más lucida seria la fiesta.
La gente desde muy temprano empezó a llegar. Todos se veían felices. Unos a otros se contaban de los milagros que seguía haciendo la niña zaurina, pues se había vuelto un verdadero ser de fe.  Alguien empezó a rezar un rosario y de inmediato se hinco la gente a seguir el rezo con mucha devoción.
Un hombre llamado Crispín Rodríguez, se acercó con don José María y le murmuro al oído.
__Oiga don Chema, me permite unas palabras.
__Usted dirá don Crispín.
Jalándolo lo llevo hasta los cimientos y ahí le dijo.
__Don José María, yo no sé ni como decirle esto, tengo re harta vergüenza y si me dice que no, pos ni crea que me voy a ofender. Pero no sé si me pueda hacer un favor.
__A ver.
__Pos ustedes y todos nosotros tenemos mucho pesar por que se nos fue la niña Crucita, Pero si esto es una fiesta, pos le hace falta algo. Yo soy de Tayahua. Allá mero cuando tenemos fiesta la celebramos con danza. Mi tata me enseno a danzar, yo le enseñe a mis muchachos. Yo quisiera don Chema que me hiciera el favor de permitirme que mis muchachos y yo, pos, dancemos unos sones por el recuerdo de nuestra santa niña.
A don José María se le rasaron los ojos. Era lo mismo en Yahulica. Allá también las fiestas eran con danza y la fiesta de su niña Crucita estaba muy triste, con puros rezos.
__De verdad nos haría ese favor don Crispín. Sería un verdadero honor.
__Pos como de que no__ Respondió Crispín emocionado__ Nomas deme chance de traer el violín y va a ver lo que es bueno.
La gente sorprendida obedeció cuando se les pidió que dejaran un espacio abierto para aquellos improvisado danzantes. Eran siete mocetones que seguían a su padre. Uno de ellos abrió un viejo estuche y de ahí saco un violín que desde que soltó la primer nota, hizo que se estremecieran emocionados los corazones que lo escucharon.
Crispín apareció vestido con un taparrabo y un copetón de plumas coloridas.  Los otros muchachos, solamente vestidos en sus calzones y camisa de manta, con huaraches de tres correas.
La danza fue una verdadera sorpresa. La gente aplaudía emocionada. Aquella ya era una verdadera fiesta, todo era alegría y eso era lo que querían los Haro y los Luna.
En ese rato llego el señor cura de Moyahua, Don José de Jesús Fragoso. Llevaba con el veinte muchachos cargando su ajuar de tastoanes. Con mucha emoción se acercó a don José María y le dijo.
__Mire nomas don Chema, yo me traje mis tastoanes para que hubiera algo de alegría en la fiesta, pero me quedo con la danza, igual a la que se le danza a mi virgencita de Zapopan. Mis tastoanes son pa Santo Santiago, la danza va a ser pa la santa Cruz, es mi orden por hoy y por siempre. Muchachos __Les grito a sus invitados __No se vistan, mejor preparen un altar que hoy tendremos la primer misa aquí, en el rancho el Remolino.
__Gracias por venir señor cura. Es un gusto que nos acompañe.
__Como me iba a perder la birria que me prometió Anastasio, por cierto, ¿en dónde está?
Mercedes muy preocupada le respondió.
__Se fue a las pitahayas muy temprano padre, es hora que no vuelve, ya estoy muy preocupada. Aquí en mi corazón estoy presintiendo que le paso algo malo.
Mercedes noto que el padre se puso pálido. Solo hizo una pregunta.
__ ¿No ha venido el padre Bernabé? Había dicho que iba a evitar esta fiesta. A costa de todo y que si se armaban en seguirla preparando, lo iban a lamentar.
__No padre, bendito sea Dios no ha venido, ni queremos que venga, ya ve como se pone.
__ ¡Padre sacramentado, si no ha venido, es probable que de verdad tu esposo esté en peligro! ¡Pronto! ¡Que alguien vaya a buscarlo!

Dos de los Haro corrieron al cerro a buscar a su pariente. No se imaginaban lo que iban a encontrar…